DESCENTRALIZACION:
DEL ENFOQUE REGIONAL DE LAS CIUDADES INTERMEDIAS
DEL ENFOQUE REGIONAL DE LAS CIUDADES INTERMEDIAS
Por Jorge
Marshall
En el
contexto de una economía global que funciona a través de redes es fundamental
ser parte de los flujos de información y de las cadenas de valor, lo cual se construye
a partir de una interacción beneficiosa entre los actores locales. Este hecho
ha generado un renovado interés en las economías de aglomeración, que son
mecanismos que permiten aumentar la productividad cuando se explota la
proximidad geográfica de las empresas y de los trabajadores. Diversas ciudades
en el mundo (Nueva York, Denver, Ohio y Houston, entre ellas) están logrando un
nuevo impulso a través de una buena gestión de estos beneficios. Se trata de
una experiencia que debemos observar con detención, porque podría modificar la
forma en que se conducen las políticas de desarrollo productivo y de
descentralización en Chile.
Los
múltiples efectos que tienen en común la concentración de empresas y
trabajadores en áreas urbanas son la base de los beneficios de la aglomeración.
Esta proximidad permite aprovechar la división del trabajo y aumentar la
especialización, lo que tiene un efecto positivo en la productividad de los
trabajadores. Pero no solo eso, las ciudades facilitan el flujo de las ideas,
por lo que son centros activos de creación artística, innovación tecnológica y
desarrollo de las ciencias, lo que permite que los conocimientos tecnológicos
fluyan de una empresa a otra. Asimismo, el contacto cara a cara reduce los
costos de transacción en los mercados de muchos bienes y servicios. Y la
inversión en bienes públicos puede ser aprovechada por un mayor número de
empresas.
En su
análisis territorial, la OCDE identificó 26 ciudades en Chile con alta densidad
urbana y con más de 50 mil habitantes (22 de las cuales tienen más de 100 mil).
Estas unidades concentran cerca del 77% de la población y generan más del 84%
del producto interno del país. En 12 casos las ciudades están formadas por dos
o más comunas y en 14 tienen solo una. A partir de esta realidad, importa
examinar si nuestras ciudades están aprovechando los potenciales beneficios de
la aglomeración para su crecimiento económico.
La
proximidad geográfica es una condición necesaria pero no suficiente para que
los beneficios de la interacción directa sean sustanciosos. Se requiere,
además, una estructura productiva menos dependiente de los productos básicos;
un contexto social en que las relaciones interpersonales ocurren en un ambiente
abierto y de confianza recíproca; un entorno que promueve el emprendimiento y
la innovación, y un gobierno local con capacidad de alinear a los distintos
actores en torno a un proyecto común. Sin estas condiciones, las ciudades se
quedan sin la oportunidad de captar los beneficios de la aglomeración, a merced
de los shocks exógenos —positivos o negativos— que de tiempo en tiempo actúan
sobre la economía local.
Estos
hechos tienen importantes consecuencias a la hora de orientar las políticas de
desarrollo productivo y de descentralización en el país. En primer lugar, esta
agenda debe estar más orientada a fortalecer las ciudades que a los gobiernos
regionales. Hasta ahora la tendencia ha sido el gradual traspaso de recursos y
facultades desde el gobierno central a las regiones, con pocos beneficios para
el desarrollo de la población, porque las economías de aglomeración requieren
de interacción cara a cara, lo que solo ocurre con la proximidad de una zona
urbana.
Segundo,
esta estrategia necesita innovar en el gobierno de las ciudades, que
actualmente se caracteriza por la fragmentación territorial y la limitación de
las materias en que se involucran los líderes locales. Los desafíos del
desarrollo económico de las ciudades están en un terreno intermedio, sin
responsables directos. El intendente tiene una agenda muy amplia y el alcalde
una muy acotada. El programa de Bachelet considera establecer gobiernos
regionales liderados por jefes ejecutivos elegidos por votación directa, con
capacidades para constituirse en verdaderos ejes del desarrollo territorial.
Sin embargo, el nuevo énfasis debe estar puesto en las ciudades, por lo que
tiene más sentido transitar hacia la figura de un alcalde mayor elegido en las
zonas urbanas de mediano tamaño.
En
muchos casos, esto se puede lograr ampliando el ámbito de acción de los alcaldes,
de modo que incorporen en su agenda la competitividad y el desarrollo
económico. Sin embargo, para las ciudades formadas por más de una comuna se
requiere una autoridad por encima de los actuales alcaldes. De acuerdo al
estudio de la OCDE, el Gran Valparaíso está integrado por seis comunas,
Rancagua por cinco, San Antonio por tres, Chillán por tres, Temuco por cuatro y
el Gran Concepción por nueve.
Tercero,
aprovechar las economías de aglomeración requiere involucrar activamente a los
actores locales, lo que es difícil de lograr a nivel regional o nacional. Un
gobierno local que incorpora a los diversos actores a una mesa de trabajo
orientada al desarrollo económico de la ciudad puede instalar la
transversalidad política, el pragmatismo y el compromiso de la comunidad con el
proyecto común.
En
síntesis, el país necesita nuevos motores que le permitan mantener el impulso
del crecimiento. Un nuevo enfoque para la gestión de la economía de las
ciudades puede aportar los aumentos de productividad y la innovación que nos
hacen falta. Para lograrlo, es necesario desprenderse del modelo mental
regionalista e indagar nuevas estructuras y estilos de gobierno en las ciudades
intermedias.
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Las ciudades de Chile bajo
la lupa de la competitividad
1. Arica
2. Iquique
3. Calama
4. Antofagasta
5. Copiapó
6. Coquimbo
7. Ovalle
8. Calera
9. Quillota
10. Valparaíso
11. San Antonio
12. Santiago
13. Melipilla
14. Rancagua
15. San Fernando
16. Curicó
17. Talca
18. Linares
19. Chillán
20. Concepción
21. Los Angeles
22. Temuco
23. Valdivia
24. Osorno
25. Puerto Montt
26. Punta Arenas